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La Tribuna
Columnista

Cárceles y escuelas

Alejandro Mege Valdebenito

por Alejandro Mege Valdebenito

"Cuando más llenas están las escuelas, más vacías estarán las cárceles".

Aun cuando los conceptos de "cárcel" y "escuela" se encuentran en  las antípodas de la vida en sociedad mantienen hoy una inusual relación y cercanía; ambas sufren un problema en común: no existen suficientes cárceles orientadas, implementadas y administradas no solo para hacer efectiva la justicia, encarcelando o privando de libertad a quienes han cometido algún tipo de delito  que merece ser sancionado para que reine la justicia y la paz social sino que en las condiciones, a lo menos  mínimas, de poder cambiar en alguna medida los hábitos y conductas antisociales y delincuenciales de los privados de libertad, considerando  los antecedentes, características, gravedad y reincidencia de los delitos cometidos y convivir en recintos que no estén sobrepoblados y que den garantías de seguridad personal con la posibilidad de reinsertarse, cumplida la pena, de manera constructiva y positiva en la sociedad. A su vez, no existe la cantidad de escuelas que se requieren-o no están lo suficientemente habilitadas o ubicadas donde la densidad poblacional las hace necesarias-  para que todos los alumnos, sin excepción alguna, reciban la educación a la que tienen el legítimo y universal derecho. Por otra parte, ningún padre o madre puede abandonar la responsabilidad y el intento de educar a sus hijos por no haber, por diferentes razones, algunas atendibles, otras no, suficientes escuelas con   capacidad para recibirlos. Es cierto, también, que a los padres no buscan cualquier escuela para educar a sus hijos y optan por aquella que dé ciertas garantías de calidad educativa, lo que hace necesaria y urgente la tarea de hacer de cada escuela una institución que otorgue una educación que no difiera en lo esencial de los niveles de calidad de la educación que se espera de todas las instituciones educacionales y donde a la educación pública le corresponde la mayor responsabilidad de hacerla posible sin que la sociedad deje de asumir la tarea educadora que le corresponde. Sobre el sistema carcelario, el señor Ministro de Justicia para solucionar el problema de incapacidad de las  cárceles para recibir a los infractores de la ley sugiere que los jueces, cuando deban   aplicar la sanción a que se hacen merecedores, tengan en cuenta la capacidad de los recintos de reclusión para recibirlos, siendo  de esperar que el señor Ministro de Educación, ante la incapacidad física de las escuelas para recibir a sus hijos, no les sugiera a los padres   dejar de  enviarlos  a clases. Lo que hay que evitar es que las cárceles, por la forma en que funcionan, se conviertan en escuelas de la delincuencia y el delito, ni que las escuelas sean incapaces de atender a todos los alumnos y dejar de fomentar la alfabetización y la cultura, base de la vida civilizada comprometida con el respeto por el otro, la solidaridad,  la paz, el progreso y el bien común, donde la democracia y los derechos humanos estén en la base de todo el sistema educativo. Si las escuelas con el respaldo y participación de la sociedad políticamente organizada en torno a un Estado unitario, aún con naturales y legítimas diferencias entre sus actores, no pueden ser éstos el obstáculo para la construcción del mejor país que todos prometen. Con más y mejores escuelas no serían necesarias las cárceles y no tendríamos que lamentar ni menos llorar ante crímenes sin sentido, de cruel y lesa humanidad, como ha ocurrido con los tres nuevos mártires de carabineros de Chile, alevosamente asesinados.

Alejandro Mege Valdebenito

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